Maria Burrel Badia

La política se puede entender de muchas formas, pero solo tiene sentido si se plantea como actividad para hacer la convivencia más cómoda y segura, creando un ambiente facilitador para encontrar soluciones a los problemas reales de los ciudadanos. Hoy no parece que éste sea el caso. Buena parte del descrédito que se ha ganado la política se debe a la escenificación, a la gestualidad desmedida, al contorsionismo verbal y a la acrobacia de los conceptos que nos alejan de la realidad tangible, haciendo que la política sea tan inmaterial como evanescente. Por arte de magia e ilusionismo se pasa de lo sólido a lo gaseoso. Palabras acompañadas de escenificación son básicas en un contexto de alta densidad de titulares mediáticos para justificar la inacción política. La realidad ha sido sustituida por la escenificación y los responsables políticos se han convertido en figurantes que teatralizan; de los hechos al humo.

Los figurantes que gobiernan transitoriamente en Paeria no difieren mucho del resto de figurantes autonómicos y nacionales y, con el paso de los días se han convertido en auténticos actores profesionales. Su gesticulación ya excesiva es la evidencia reveladora de lo que, precisamente, no tienen: credibilidad. Dime de qué presumes y te diré de lo que careces. El descrédito no es tener ilusiones, sino confundir las ilusiones con proyectos y los proyectos reclaman capacidad de análisis, de realismo, de estrategia, de planificación. En política, los deseos deben ser objetivos con toda la complejidad y exigencia que implica convertir los sueños en realidades. En nuestra maltrecha ciudad, ya veremos en qué realidad se concreta el deseo de rascar financiación europea a través de los fondos Next Generation para arreglar y rehabilitar los cinco edificios municipales que anunciaban la pasada semana, a saber: el Palau de Vidre en los Campos, el antiguo convento de las Josefinas, el edificio del Pal·las, el edificio del Casino y el Espai 3 de Santa Teresa. Les confieso que me quedé perpleja al ver al alcalde y los dos tenientes de alcalde escenificando a la perfección su gran preocupación por el estado del Palau de Vidre. Ahora. Y explicando que no se pueden dejar escapar oportunidades como estas para la transformación de la ciudad. Ahora. A un año de las elecciones municipales se “ponen las pilas” y con gesticulación estudiada y ante los medios subvencionados expresan su repentina preocupación por el patrimonio municipal. Ahora. Un patrimonio que han desatendido y desatienden, para el que no tienen ni plan ni proyecto. Y fantasean sobre el modelo de ciudad inteligente y sostenible que quieren. Ahora. Y no se cuántas cosas más que deberían provocar sonrojo a quienes después de 1.000 días y otras tantas noches han sido incapaces de hacer de Lleida y sus barrios una ciudad más cómoda, más segura, más limpia, más emprendedora y más capital. Y es que mi concepción del servicio público y mi concepción de Lleida difiere muy mucho con la de este gobierno del postureo. Porque yo sí creo en una Lleida más innovadora y sostenible. Yo sí creo en una Lleida más segura. Yo sí creo en un Lleida más capital. Yo sí creo en las personas.

Los inquilinos de Paeria se unieron y vencieron, sí, pero no convencieron -ni convencen- porque aún con toda la escenificación que proyectan en cada acción que realizan, han perdido ya toda credibilidad. Y cuando se caen las caretas y se descubre la verdad, cuando se revela que el único interés es el bien particular y sectario y no el bien común, ya es demasiado tarde para recuperar la confianza que se ha perdido. Ya es tarde para escenificaciones, Señores. La escenificación es un arte… pero sólo para los artistas.