Subo por la Costa de Jan y me dirijo a la Cuirassa, nombre que recibe en Lleida el que fuere el barrio judío. Gracias a las excavaciones arqueológicas iniciadas en el 2015 hoy sabemos que nuestra ciudad posee uno de los testimonios más reveladores y valiosos arqueológicamente hablando del legado de los judíos en la Corona de Aragón. Un tesoro de nuestro patrimonio que, como tantos otros, le está siendo hurtado a la ciudadanía.
Años de excavaciones, dotaciones presupuestarias y recursos públicos con la clara voluntad de creación de un espacio de la memoria judía de la ciudad que hoy, desgraciadamente, se encuentra en un estado lamentable, olvidado y abandonado.
Un espacio de memoria histórica que simbólicamente representa la paz, la convivencia y el respeto entre culturas y que solo tres años después de su inauguración ofrece una imagen más de la degradación, y no solo patrimonialmente hablando, que sufre la ciudad. Y es que esta degradación de los espacios púbicos y del patrimonio de la ciudad viene siendo una tónica habitual desde que en junio de 2019 un nuevo team de gobierno se hiciese con las riendas de la ciudad.
Es una obviedad que el gobierno de Paeria demuestra día a día que pone el carro delante de los bueyes. En la sabiduría del ser humano nos dimos cuenta que el efecto tiro era mucho más eficiente que el modelo empuje y es por ello por lo que en su configuración tradicional, los bueyes o caballos tiran la carreta y no la empujan.
Este hecho, que es obvio, no parece ser bien entendido por algunos responsables políticos de esta ciudad que parece que están más dispuestos a empujar haciendo auténtica ingeniería social en sus propios dominios y parcelas de poder antes que tirar del carro para mejorar los barrios, la ciudad y, en definitiva, la vida de todos los vecinos.
Y es que solo hay que pasear por los barrios y por las calles de Lleida para observar cómo es de inexistente un mantenimiento integral en nuestra ciudad. Aceras, calles, equipamientos municipales, pistas deportivas, parques, jardines, mobiliario urbano, patrimonio arquitectónico, cultural y arqueológico… La lista es infinita y la paciencia finita.
Aunque parezca una letanía, no es trivial expresar el desencanto con el rumbo de este gobierno, que empuja, pero no tira. Un gobierno que niega la realización plena de la ciudadanía, a la que no escucha, a la que no atiende. Y mientras resisten en silencio y tratan de desviar la ira ciudadana maquillando aquí y allá, con titulares de autopropaganda, los señores se aferran a su guion y a su feudo para vender como logros unas cuantas chapuzas que no superan el escrutinio de calidad y eficiencia. Adecúan las actuaciones a sus intereses particulares, rechazando el imprescindible dialogo abierto y el intercambio de ideas si no coinciden con sus propios intereses.
Mientras tanto, los días, las semanas y los meses van pasando. Pero las demandas de los barrios y de los vecinos siguen siendo las mismas hoy que hace tres años y abundan no solo opiniones, sino bien argumentados planteamientos de mejora sobre el precario estado de las cosas y de la misma ciudad.
Pienso en ello mientras sigo paseando por las pasarelas del olvidado parque de la memoria histórica, por el Call, incapaz de descifrar sin esfuerzo la mayoría de paneles informativos dado su estado de degradación. Incapaz de apartar la vista de los restos de desechos y suciedad dispersa por las hoy invisibles zonas excavadas. Y siento tristeza al constatar la falta de voluntad de un mantenimiento integral de la zona, la falta de previsión en inversión para mantener uno de los tesoros que tenemos en el centro histórico. Mi ruta podría seguir por otros tantos rincones de Lleida y la impresión sería —con más o menos intensidad— la misma.
Una última reflexión antes de enfilar mis pasos hacia el carrer Cavallers: Si seguimos condenando el patrimonio al olvido, estaremos, en definitiva, condenando la memoria de la misma ciudad.
Maria Burrel Badia
Portavoz de Cs Paeria de Lleida