Tenemos un gobierno municipal que cojea y que con su manido slogan de cambio honesto y gobernanza republicana no hace más que anteponer sus intereses propios y los de su amo ―léase, la Generalitat― por encima de los intereses de la ciudadanía de Lleida. A estas alturas a nadie le sorprende ya que con la imposición, la falta de proyecto, la opacidad y el falso progresismo están condenando a Lleida a un ingreso inmediato en planta UCI. Y es que los gobiernos nacionalistas y de izquierdas, con su empeño en controlar la sociedad, siempre han conjugado bien dos verbos; gravar con “v” y grabar con “b”. Grabar la conciencia de las generaciones venideras y gravar el bolsillos de los ciudadanos con impuestos. Así se maneja y moldea la vida pública en pos de una meta final: el igualitarismo. Frente a la libertad, todos iguales. Pero igual de pobres y mediocres.
Mientras, el ciudadano medio, como cualquier hijo de vecino, madruga cada día y se lo curra para poner un plato para sus hijos en la mesa, el “magnífico” espectáculo de este gobierno municipal es permanente. Se han convertido en una industria del espectáculo, pan y circo, que es lo opuesto a la vocación y a la gestión en política. Un gobierno municipal que ya no inspira confianza, sino incredulidad y estupor. Que ya no acredita franqueza, sino opacidad e inquietud. Que impone su proyecto para Lleida y fía toda su acción a una demagogia ideológica propia del s.XIX que activa discordias entre vecinos, entre barrios, y prende fuego a la convivencia. Y con tanto fuego, el humo ya no deja ver el bosque de la economía, una economía agarrotada la de Lleida que cierra puertas a las inversiones, que cierra las puertas a creer en la empresa privada para ayudar en la generación de oportunidades, que cierra las puertas al emprendimiento y a la generación de trabajo y riqueza en nuestra ciudad. Todo para proteger un no se sabe bien qué, un modelo ficticio porque no hay plan. No hay plan para el comercio, no hay plan de promoción económica, no hay plan de turismo, no hay plan de movilidad, no hay plan de seguridad y civismo, no hay plan de cultura y patrimonio. Solo humo. Mientras, nos pretende convencer que el sol no alumbra ni el hielo enfría, y desprestigian día tras día el valor de la capitalidad de Lleida postrándose ante “barceluña” porque prefieren acceder a las migajas y las subvenciones predefinidas de “mamá Generalitat”, en lugar de anteponer y defender las necesidades reales de una ciudad que languidece y se desvanece entre la niebla. Y es que, por no tener, no tenemos ya ni estación de autobuses, solo un triste apeadero donde arribar y partir, y ello por obra y gracia de la Generalitat que nos deja sin estación hasta, como poco, el 2025. Y por mucho empeño que le pongan en maquillar y colorear las fachadas de los barrios (este año tocan las paredes del barrio de La Bordeta) las grietas que arruinan los cimientos de esta ciudad no son tan fáciles de tapar. A estas alturas del mandato, sinceramente, ya no espero que espabilen.
Pero como resulta vencido quien pierde la vida o el valor y resulta vencedor quien esperanzado continua el combate, desde Ciudadanos seguimos trabajando porque creemos que es posible una Lleida como tú imaginas. Porque yo sí creo en asentar y atraer proyectos e innovación para el presente y para el futuro de la ciudad. Yo sí creo que es posible bajar los impuestos, porque no podemos seguir financiando servicios de tercera con impuestos de primera. Yo sí creo en poner encima de la mesa compromisos serios con la ciudadanía para tener una ciudad más amable, más limpia, más segura. Yo sí creo en la responsabilidad, frente a la irresponsabilidad. Yo sí creo en el futuro, frente a esa revanchista obsesión por resucitar un pasado de antagonismos que erosiona y divide. Yo sí creo, ¿y tú?
Maria Burrel Badia