Se ha acuñado o mejor dicho, nos hemos apropiado, de un término anglosajón para denominar lo que de toda la vida aquí se habían llamado bulos o trolas. Es verdad que “fake news” añade un componente, el de la noticia publicada no sólo por un medio de comunicación, si no también convenientemente esparcida por las redes sociales.
Aunque el método no es nuevo. A finales del siglo XIX, los grandes magnates de la prensa estadounidense, William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer mantenían una lucha sin piedad por obtener mayores ventas en sus periódicos, el New York Journal y el New York World respectivamente. Y en esa lucha, la ética periodística, el rigor informativo y la veracidad de las noticias se masacraron en pos de la manipulación de las masas. Tanto fue así que no dudaron en inventarse atrocidades cometidas por los españoles que culminarían con la falsa atribución del hundimiento del USS Maine. Tanto se exacerbaron los sentimientos de la sociedad norteamericana, que al final, todo acabó con la guerra hispano-estadounidense, la anexión por parte de EEUU de Puerto Rico y Filipinas, entre otros y con el nacimiento de un género en sí mismo: El periodismo amarillo.
Hoy, en la supuesta era de la información, la manipulación por parte de determinados medios de comunicación se sigue produciendo sin ningún escrúpulo. El uso de diarios digitales y en papel como herramienta de propaganda, y la inmediatez de su réplica en redes sin ningún tipo de verificación convierte la desinformación en un método más de consecución de fines ideológicos y de arma arrojadiza electoral.
Con motivo del archivo del expediente por parte del órgano fiscalizador, el Tribunal de Cuentas, acerca de las supuestas irregularidades en la contabilidad de Ciudadanos, he hecho un breve ejercicio de repaso de hemeroteca acerca de lo que se llegó a decir cuando se inició el proceso.
Y los titulares fueron de todo, menos asépticos. Algunos, directamente amarillos y rebotados hasta el paroxismo por cuentas afines a la ideología de la línea editorial de los medios encargados de la propaganda… y por supuesto, una vez archivado el procedimiento, una breve mención y a otra cosa, no vaya a ser que la verdad nos amargue un buen titular.
Sólo cabe una opción frente a este tipo de desinformación, frente a los bulos o frente al amarillismo, cualquiera que sea el tema a tratar. La contrastación de la información, el no asumir como dogmas de fe las publicaciones vengan de donde vengan. Internet dispone de medios para poder cuestionar lo que se nos ofrece como verdades incuestionables. Desde páginas que desmontan bulos hasta herramientas de verificación de imágenes. Ser ciudadanos libres depende en buena medida de que seamos lo menos susceptibles a la manipulación posible. Y en esta difícil época eso conlleva un ejercicio pesado pero necesario de escepticismo frente a las afirmaciones absolutas.
Eso como ciudadanos. Las rectificaciones, los escrúpulos y la ética en algunos medios van a ser más difíciles de hallar. No lo hizo ni quien dio nombre a un premio periodístico de renombre mundial, dudo que lo hagan por aquí.
Ángeles Ribes. Artículo publicado en El Catalán (12.12.18)