El penúltimo objeto en el punto de mira de los partidos y asociaciones separatistas es la figura del Jefe del Estado, Felipe VI. Algo a lo que se han sumado entusiásticamente IU y los Comunes, que ya se sabe, ni DUI ni 155, pero siempre con los de la DUI.
El mismo día en el que en el Ayuntamiento de Barcelona se reprobaba al Rey mediante una declaración institucional, en el pleno del Ayuntamiento de Lleida se sometía la misma cuestión al voto de los concejales. Y por segunda vez, la moción fue rechazada por mayoría absoluta.
Si quisiéramos hacer el ejercicio de trilerismo habitual de los partidos separatistas, podríamos decir que Lleida rechaza reprobar al Rey o que Lleida se manifiesta monárquica. Pero si hiciéramos eso caeríamos en la habitual trampa que usan los nacionalistas: el apropiarse de toda la ciudadanía en virtud de unas mayorías más o menos holgadas en las cámaras de representantes. Y precisamente eso es lo que propugnaba esta moción. Patrimonializar tanto el Parlament como la sociedad catalana conforme al exclusivo sesgo ideológico de quienes votaron a favor de esta reprobación, para encuadrar a todo catalán como republicano, independientemente de a quien vote o no.
Y para ello se esgrimen argumentos como literalmente “Nunca se ha sometido a votación del pueblo español si prefiere organizar el estado bajo la forma de monarquía o república. De hecho, la inmensa mayoría de la sociedad actual no pudo participar de esta decisión” (el referéndum de la Constitución Española).
Y aquí es donde hay que rebatir la pobreza intelectual de ese argumento: el pueblo español sí votó la forma de organización del Estado. En 1978, en una Constitución en la cual quedaba acreditada la jefatura del Estado o la judicatura como poderes públicos. Recordemos que los jueces y fiscales tampoco son elegidos por sufragio universal cada cuatro años y nadie cuestiona por ello su legitimidad… Y recordemos también que la Constitución es reformable, de hecho, ya lleva dos modificaciones.
El tema es que, para llevar a cabo esa modificación en forma de cambio de monarquía a república, el Parlamento, por mayoría de dos tercios y tras mantener la misma posición después de la renovación de las cámaras, no tiene más que someterlo a referéndum al pueblo español y listo.
¿Que a fecha de hoy nadie ha conseguido esas mayorías cualificadas? Pues a trabajárselo aquellos que quieran república y a convencer al resto. Llevamos cuarenta años de democracia y nadie lo ha hecho.
¿Que la inmensa mayoría de sociedad actual no votó la Constitución Española? Pues imagínense los noruegos, que son una monarquía parlamentaria y su Constitución data de 1814…
¿Que una república puede ser ejemplarmente democrática como la alemana, la francesa o la estadounidense o un nido de corrupción, totalitarismo y nulo respeto a los derechos humanos como la coreana, o la venezolana? Pues sí. Y con las monarquías igual: no es lo mismo la monarquía danesa que la saudí.
En fin, que uno puede desear una monarquía o una república sin argumentos de trileros. Y sin tirar de topicazos. Porque al final lo que trasluce tras estas mociones es la triste realidad: que sólo son cortinas de humo lanzadas por partidos que no tienen más proyecto que el tapar en lo posible su falta de propuestas o peor aún, sus penosas trayectorias judiciales por corrupción. Así que no engañen a la gente y dejen de vender humo.
Ángeles Ribes, portavoz de Cs Lleida
Artículo publicado en La Mañana (31.10.2018)
Artículo publicado en Segre (13.11.18)