“Las campañas son estupendas” me decía un amigo el otro día, “por fin veo a los políticos colgados de las farolas”, remató su silogismo. Entiendo la desafección de la política y más en los tiempos de dificultad extrema que vivimos. Pero no nos confundamos; políticos va haber siempre. Aunque vayan a votar cuatro personas, los 135 escaños del Parlament se ocuparán igualmente. Lo que está en juego es qué personas y qué ideologías ocuparán las butacas rojas.  Y por eso, para luego no sorprenderse ni lamentarse, es imprescindible ir a votar.

El supermercado electoral 2021 dispone de variados productos en sus estanterías. Cada uno libremente puede escoger con qué llenar el carro de la compra. Siendo conscientes que somos, o nos convertimos, en lo que comemos.

En mi primer día en el Parlament, me dijeron: “Tú eres de Lleida… ¡Pues te toca la comisión de agricultura!”.  Intenté rehusar, porque no tenía ni idea de agricultura. Pero como no fue posible… me puse rápidamente a leer y estudiar todo lo que encontraba referente al sector primario. Pero pronto me di cuenta de que me estaba equivocando, que mi trabajo no era enseñar a plantar las patatas a los payeses, porque ellos siempre sabrían muchísimo más que yo. Mi trabajo era escucharlos, entender sus problemas y buscar soluciones traduciéndolas a formato parlamentario y en eso llevo los últimos 5 años, preocupado por las severas problemáticas del sector y agradecido por todo lo que me han enseñado.

El balance, a nivel parlamentario, son las nulas propuestas de los partidos que dan apoyo al gobierno; lo cual es lógico, son el gobierno, no tienen que proponer, tiene la capacidad de “hacer” o “no hacer”, como es el caso. Y por parte de otros partidos como CUP y Comunes con sus filosofías particulares que siempre comenzaban sus redactados con: prohibir, paralizar, derogar, denegar…. Esa es su ideología, respetable, por supuesto. Pero dejan claro que no les gusta la ganadería intensiva porque genera excrementos. Tampoco la extensiva porque hay que dejar sitio para la fauna salvaje. Tampoco los regadíos, porque gastan agua; mejor nos dedicamos al secano y nos pasamos el día mirando el cielo rezando la lluvia. Tampoco ampliar o diversificar cultivos, mejor ampliamos las zonas cepa que Raúl Romeva tanto insistió para imponer desde la UE cuando era eurodiputado. De España y de la UE, nos tenemos que ir y por lo tanto nos quedamos sin la PAC; pero no pasa nada, tiene solución, nos dedicamos “al consumo de proximidad”. En plan… “tengo un huerto y lo que me sobra lo voy a vender los jueves al mercado”. Todo eso es fácil de decir, pero resultaría complicado que cada catalán se coma 1.000Kg de manzanas y 50 cerdos cada año. Tampoco les gusta el trabajo del campo y cada verano nos demonizan como si Lleida fuera la Cabaña del Tío Tom. La realidad es que estando bajo la lupa y con un volumen de 40.000 trabajadores, tan solo ha habido 17 sanciones. Nuestros payeses cumplen, incluso más que otros sectores productivos.

Lleida es una potencia mundial en producción agropecuaria de gran calidad y lo que necesitamos es abreviar procedimientos y bajar impuestos para ser más competitivos, evitar la competencia desleal y controlar la cadena de precios. En el mundo que vivimos la única salida es más liberalismo. Menos capitalismo de amiguetes y menos dogmas de partidos antiguos que una noche se acostaron “comunistas” y por la mañana se levantaron “verdes”, paradójicamente después de batir récords a nivel planetario de destrozos medio ambientales.

Parece que las próximas elecciones las ganará la abstención. Pero igualmente, habrá gobierno. En las quinielas están dos posibilidades: ERC+Junts+CUP o PSC+ERC+Comuns. En cualquier escenario las carteras de Agricultura y Medi Ambient seguro que se las queda el tercer socio. Que se preparen nuestros payeses para los experimentos sin gaseosa (a los antecedentes me remito). Si ya estaban las cosas complicadas, nos las pondrán imposibles.