Estos últimos días, algunos recordamos aquellas palabras del político y periodista italiano Giulio Andreotti cuando, rindiendo homenaje al sarcasmo, dijo: “Hay amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales y…compañeros de partido”. La demoledora frase ha vuelto a la actualidad ante el esperpéntico y bochornoso espectáculo que están protagonizando los amarrados al poder en el PP, y que es extrapolable a algunos comportamientos de huéspedes de mafias políticas que campan a lo largo y ancho de las instituciones públicas de nuestro país. A saber: ayuntamientos, diputaciones y parlamentos regionales. Y es que ya se sabe que la hipocresía de algunos es innata, la de otros, aprendida por un interés más mundano y crematísticos que el propio ego, ese poderoso caballero que es don dinero.
Algunos de los que nos dedicamos transitoriamente a la política, y que venimos de la sociedad civil, con una profesión previa, vaya, con lo que suele llamarse haber trabajado, no alcanzamos a comprender los chanchullos, los espionajes, las puñaladas traperas, los chantajes de esos compañeros de partido que un día se llenaban la boca afirmando ser los verdaderos adalides de la legalidad y de la dignidad y que han resultado ser aficionados de pacotilla que aceptan pulpo como animal de compañía con tal de salvaguardar su bolsillo gracias a unas siglas de las que ahora echan pestes. Cambiar de chaqueta, traicionar las promesas y defraudar a las personas que un día creyeron en ellos. Estoy hablando de los tránsfugas. Porque un tránsfuga no es solo aquel representante político que traiciona al partido por el cual ha sido elegido, sino también aquel que es expulsado del mismo y retiene su cargo gracias a un acta que obtuvo por mor de una marca política, de unas siglas. También es tránsfuga aquel que no sigue las decisiones de los órganos del partido y traiciona a sus compañeros de lista. El primer documento del Pacto Antitransfuguismo es de 1998 y ha llovido tanto desde entonces que el protagonista del esperpento de la semana decidió romper unilateralmente ese pacto para reventar, literalmente, gobiernos que funcionaban y trabajaban para las personas y no por intereses personales.
En Ciudadanos hemos sufrido en nuestras propias carnes todo esto, pero, paradojas de la vida, la ley del péndulo se cumple previsiblemente. Acción- reacción, es una ley mecánica. Hoy, aquellos que corrieron a refugiarse en las faldas de uno de los partidos más corruptos de este país están muy callados. Algunos de los que abandonaron el barco dejaron su acta, otros no. Algunos se quedaron para dedicarse a su deporte favorito: difamar y ensuciar. Pero eso sí, con un salario asegurado. Personalmente no podría ni mirarme al espejo si hubiera roto mi compromiso ético y moral cuando estampé mi firma en la carta ética por la que me comprometí con la lista electoral de la formación política que me permitió concurrir a las elecciones. Y si no me gusta donde estoy, si no creo ya en el proyecto, me largo y aquí paz y allá gloria. Pero cuando un lastre arribista pretende seguir cobrando del dinero público, del dinero de todos, que al menos no lo haga a costa de la marca que tanto aborrece. Como dice mi compañera Anna Grau, “no adscrito y a correr”.
Mientras todo esto pasa aquí y allí, conviene recordar que las tormentas destruyen, pero limpian el camino y, desde el Grupo Municipal de Cs en Lleida seguiremos defendiendo los principios liberales para crear y construir. Y los días 25, 26 y 27 pondremos en valor nuestro compromiso con los municipios de Cataluña y con el municipalismo en las jornadas de nuestra convención municipal. Entre tanto ruido, en el partido liberal seguimos ocupándonos de los problemas reales de los ciudadanos con el compromiso de estar centrados en lo que realmente importa, en ti.
Maria Burrel Badia
Portavoz de Cs Paeria y Diputada provincial