Volvió a suceder: hace unas semanas dos mujeres volvieron a dejar en lo más alto el pabellón español en sus respectivos deportes. Por un lado, la incombustible Lidia Valentín, a quien se le habían arrebatado dos podios olímpicos a causa del dopaje de sus rivales, conquistó dos medallas de oro y una de bronce en el Campeonato del Mundo de halterofilia celebrado en Asjabad (Turkmenistán). Por el otro, la karateka Sandra Sánchez, que desde 2015 lleva 56 medallas entre campeonatos nacionales e internacionales (39 oros, 7 platas y 10 bronces), se proclamó en Madrid campeona del mundo de katas en su categoría.
Es impresionante. Es épico. No solamente por conseguir los títulos en sí – que ya sería más que suficiente – sino por lo que representa. Mujeres compitiendo en halterofilia y en kárate. Mucho más que eso: mujeres convirtiéndose en referentes mundiales en estos deportes, tradicionalmente reservados a los hombres. Mujeres rompiendo techos de cristal a base de esfuerzo y una voluntad de acero forjado. Como Carolina Marín en bádminton. Como Mireia Belmonte en natación. Como Alejandra Quereda, Lourdes Mohedano, Helena López, Sandra Aguilar y Artemi Gavezou en gimnasia rítmica. Como todas las integrantes del equipo femenino infantil del SE AEM, que hace poco más de un año se proclamaron campeonas de una liga masculina.
Todas ellas heroínas. Todas ellas referentes en un mundo, el del deporte, que sigue siendo demasiado monocromático. Un monocroma que, además, nos está dejando demasiadas muestras de intolerancia y falta de respeto entre rivales y aficiones. El último ejemplo lo vivimos precisamente aquí, entre energúmenos que decían defender los colores del Borges y el Mollerussa.
Por ello desde el grupo municipal de Ciudadanos Lleida estamos especialmente orgullosos de haber introducido este mandato una línea de ayudas que van directamente al deporte femenino, poniendo especial énfasis en aquellas disciplinas menos vistosas y mediáticas.
Porque como comprobamos semana tras semana, los practicantes de deportes minoritarios nos demuestran que se puede competir sin focos, sin publicidades y sin polémicas. A base de esfuerzo, tesón y los valores que tanto nos gusta ver cada cuatro años en los Juegos Olímpicos: “citius, altius, fortius” (más rápido, más alto, más fuerte). Pero también con un respeto reverencial al adversario: en el rugby, por ejemplo, tienen instaurada la figura del “tercer tiempo”, que consiste compartir unas bebidas y un pica-pica con el rival después de haber disputado el partido.
Por ello nos gustaría pedirles un favor: aunque sea de vez en cuando seamos policromáticos. Interesémonos más por el deporte femenino. Y por otros deportes que no sean el deporte rey. Les aseguro que encontraremos infinidad de comportamientos ejemplares y dignos de admirar. Porque los valores olímpicos como “citius, altius, fortius” siguen siendo tan válidos como siempre, pero en una época de tantas incertidumbres son más necesarios que nunca.
Ángeles Ribes, portavoz de Cs Lleida
Articulo publicado en La Mañana (28.11.18) y en Segre (4.12.18)