Permítanme que hoy les invite a acompañarme, tan solo durante un instante, a un viaje en el tiempo. Con 11 años, cada mañana me despertaba con 11 niños; era una habitación grande con seis camas abarloadas a Norte y otras seis al Sur. Separadas y amarradas por un pantalán de doble hilera de grises armarios, diferenciados por un nombre propio rotulado en dimo a los pies de cada cama. Era un internado regentado por la orden de La Salle, entonces se llamaba Colegio Juan March, en una Vielha donde mucho han cambiado las calles, pero nada el paisaje.
El “prefecto” era el encargado de mantener el orden, con manu militari, en el internado en general, y en las habitaciones en particular. A las siete había que levantarse, ducharse, vestirse, preparar la mochila del día y hacer la cama; todo en media hora; a las 7.30h había que bajar al comedor a desayunar. La verdad es que el despertar no era ni suave ni agradable. No venía tu madre a pedirte con cariño, paciencia e insistencia que te levantaras para ir al cole. El método era bastante más expeditivo. Un altavoz  conectado a un equipo de audio donde el “prefecto” le daba al ‘play’ y una música a todo volumen vibraba en el pequeño altavoz de lata. Era el toque de diana que marcaba el inicio del día. Y en las normas del cole, no valía irse despertando y levantando a poco a poco. Al momento de sonar la primera nota, había que saltar de la cama, bajo pena de severo castigo, desafiando el frío y el sueño. Hacía unos meses que Franco había muerto en su cama y la diana floreada durante mucho tiempo fue “L’Estaca” de Lluis Llach.
Con el tiempo, conseguimos convencer al reverendo “prefecto” de variar el repertorio musical y alguien le hizo llegar una cinta de Supertramp para ir variando los despertares. Quizás son de esas cosas que te marcan. La verdad es que todavía a día de hoy si escucho “L’Estaca” de Lluís Llach recuerdo el frío y el sueño de antaño.
Pero el mundo gira, el tiempo pasa y la vida tiene sus  muecas, sus burlas  y sus sorpresas; en cada curva del camino, y cuando crees tenerlo superado… te encuentras que los ciudadanos deciden libremente, te otorgan el mandato democrático para que seas su representante como diputado de la XI legislatura del Parlament de Catalunya y ¿a quién me encuentro cada día? Pues nada más y nada menos que al mismísimo Lluis Llach, sentado en la bancada opuesta.
Tengo que confesar que a pesar de los malos despertares, guardo un recuerdo muy feliz de mi infancia en el internado, pero creo que nunca he superado aquellos fríos amaneceres con el sueño enganchado a los ojos y el temor al castigo con la BSO de “L’Estaca” y coincidir nuevamente con Llach es una asociación tipo los perros de Paulow. Pero sin campana ni comida, solo con frío y sueño.
Mi aborrecimiento a la melodía de Lluís Llach viene de antiguo, pero el tiempo, la  tolerancia y la razón, la han superado en los estratos de la vida. Pero volvamos a la actualidad. El jueves en el pleno del Parlament se le reprochó que fuera haciendo charlas por los pueblos explicando su versión de cómo será la Cataluña independiente, al más puro estilo Santiago Vidal (al que sus compañeros de ERC hicieron dimitir) explicaba que “si los funcionarios no cumplían las leyes sufrirían y sería sancionados”.
Extremo en el que Puigdemont le ha ratificado precisando que “las leyes se tienen que cumplir siempre”. Por una vez y superados los prejuicios infantiles, tengo que decir que estoy de acuerdo con Llach y Puigdemont. Efectivamente, las leyes se tienen que cumplir y el que no las cumpla ha de ser sancionado.
El problema surge cuando se pide a los funcionarios que incumplan las actuales leyes para luego, paradójicamente, volver a exigir a los mismos funcionarios, que las cumplan. ¿Dónde está la diferencia? Básicamente en que las actuales leyes las hemos hecho con tiempo, consenso y entre todos. Mientras que las nuevas, las están redactando unos pocos a escondidas, de espaldas a todos los catalanes.
En resumen, que aspiran a llevarnos de nuevo a la Edad Media, donde el nuevo señorito del castillo nos dirá bajo su capricho que leyes debemos cumplir y cuáles no. En qué momento sí y en qué momento no. En un alarde de capricho y prepotencia en función de su solo criterio interesado. Seguro que los Pujol, Prenafetas, Millet, Mas, Homs… estarán encantados en este nuevo marco legal, pues algunos hablaban de Estado propio y querían decir Justicia propia.
Hace años Llach me despertaba por las mañanas con “L’Estaca”. Pero nos hemos hecho mayores y nadie vendrá, con ninguna estaca a despertarnos de nuestro sueño de libertad, progreso y ciudadanía.
Javier Rivas, diputado de Cs por Lleida
Artículo publicado en La Mañana (29.4.17)