El 8 de marzo no es un día de fiesta. No creo en esta moda de celebrar “el día de” y por supuesto, mucho menos el de las mujeres. En 1908, 40.000 costureras industriales de grandes factorías se declararon en huelga demandando el derecho de unirse a los sindicatos para mejorar salarios, pedir una jornada de trabajo menos larga, entrenamiento vocacional y rechazar el trabajo infantil.
Durante esa huelga, 129 trabajadoras murieron quemadas en un incendio en la fábrica Cotton Textile Factory, en Washington Square, en Nueva York. Los dueños de la fábrica encerraron a las trabajadoras para forzarlas a permanecer en el trabajo y no unirse a la huelga. Esto sucedió un 8 de marzo y por eso lo conmemoramos. Pero no deberíamos ver el 8 de marzo como un día de fiesta. Creo que está más que asumido que en España la igualdad entre mujeres y hombres, ellas cada vez más preparadas y más independientes, optan a cualquier cargo, no por un tema de discriminación positiva si no porque son mejores.
Hablemos de machismo, que lo hay, y de maltrato por parte de los hombres, endurezcamos las penas para estos cobardes que usan el músculo donde no llegan con el cerebro. Impongamos más inspectores de trabajo para investigar a las empresas que marginan a la mujer con sueldos inferiores. “Mismo trabajo, mismo salario”, pero no generalicemos porque eso nos retrotrae a tiempos que creo que ya están solo en la memoria de unos pocos.
Pero también hablemos y tomemos decisiones sobre un problema que ya está entre nosotros y que por miedo a ser políticamente incorrecto nadie está afrontando. Me refiero a estas nuevas culturas que están llegando a nuestro país y que, bajo el paraguas de la religión y las tradiciones, las mujeres han sido limitadas socialmente y relegadas al espacio privado.
Opinión del concejal de Cs Lleida, José María Córdoba