Gunga Din” es un poema de Rudyard Kipling de 1892 que trata de un aguador hindú al servicio del ejército colonial británico, que narra la historia de un pobre diablo en lo más bajo del escalafón en el jerarquizado ejército de su majestad.  Din, se hizo mundialmente famoso en 1939 al estrenarse una superproducción hollywoodiense referente al  poema. El protagonista, interpretado por Sam Jaffe, comparte reparto con Cary Grant, Douglas Fairbanks Jr. Y Victor McLaglen, a la sazón tres sargentos europeos que servían en su misma unidad. La máxima aspiración de Din es llegar a ser soldado y cuando los tres sargentos corren peligro al ser traicionados por unos pérfidos lugareños, Din surge del anonimato para batirse codo con codo con los europeos contra la turba de fanáticos que los quieren apiolar. La cosa es seria, ya que hacia el escondrijo donde se encuentran aprisionados por los rebeldes, se acerca una jocosa columna escocesa que está a punto de ser emboscada. Cuando todo parece perdido, con los sargentos reducidos y Gunga Din yacente en tierra agujereado por un bayonetazo, éste cobra renovadas fuerzas, se encarama a un oratorio y con una corneta avisa a los británicos justo antes de caer en la celada. Evidentemente una vez descubierto su plan, la balacera se concentra en el pobre aguador, que después de recibir una rociada de plomo se pega un costalazo contra el suelo pasando a mejor vida ante la orgullosa mirada de Cary Grant. Evidentemente, los escoceses rescatan los tres sargentos y recuperan el cuerpo del pobre Din para ser incinerado con todos los honores. Justo antes del THE END, con el “Auld Lang Syne” (El cant dels Adéus) de fondo, el espectro de Gunga Din vestido de militar, más contento que unas castañuelas, sonríe y se cuadra ante la cámara.

¡Momentazo! Un sueño hecho realidad… o no. El espíritu de Gunga Din no luce un Salacot modelo Wolseley ni unas botas de cuero, lleva el turbante y sandalias reglamentarias del uniforme cipayo. Porque por mucho que Din aspirara a ser como sus amos, jamás pasará de ser a sus ojos más que un indígena, es decir, una mala copia de un soldado británico.

Años más tarde, el genial Peter Sellers, en el no menos genial largometraje “El guateque” de 1968, encarnaría el personaje de Hrundi V. Bakshi, actor hindú que interpreta a Gunga Din en un remake. La escena de la trompeta es hilarante, con Din tocando agónicamente la corneta a pesar de recibir una lluvia de proyectiles. Aquí Sellers caricaturiza el estereotipo, claramente racista que representa el Din cinematográfico de entreguerras.

Si Gunga Din era para Kipling y los imperialistas británicos el calco del buen nativo, ERC tiene su Din en el Congreso de los Diputados, su Gabriel Rufián “Din”, el buen “Charnego” que aspira a ser como sus admirados benefactores.

La nula capacidad oratoria de Rufián, su bajísimo perfil político, su indumentaria y comportamiento pretenden ser la visualización del buen charnego al cual los republicanos permiten unirse a sus filas para demostrar y demostrarse que no son sectarios, cuando lo que consiguen no es un Din del 39, sino un Din del 68. Una caricatura del “charnego”, un tipo de pocas luces, bronco, con poco verbo y cuando lo suelta, todo a cámara lenta. El diputado Rufián es tan pintoresco, que he de reconocer que a veces pienso que ese tipo está actuando, o que en realidad es un agente reclutado por el CNI en el cuartel de legionarios de Melilla con la misión de infiltrarse en ERC. Ese personaje no puede ser de verdad.

Tal vez Rufián no sepa que charnego viene de lucharniego, que significa “perro”. Es un término despectivo usado en nuestra tierra como insulto hacia los que no son originarios de aquí. No es una adjetivo amistoso sino una ofensa, una afrenta y aceptarla es aceptar una condición de inferioridad y más, en un partido donde lo identitario tiene tanto peso como en Esquerra Republicana. Para sus compañeros de partido, Rufián es bueno como Din, porque reniega sin problemas de donde viene y acepta que él es diferente de sus colegas de “socarrel”. En mi caso tengo la suerte de pertenecer a un partido donde nos importa un carajo de dónde venimos, donde todos somos ciudadanos que únicamente se disfrazan para carnestolendas.

Óscar Uceda, coordinador de C’s Lleida

Artículo de opinión publicado en La Mañana, 7accents, El Mercadal y Hola Lleida (10.3.16)