Confieso que es una de mis películas favoritas. Ese momento conmovedor en el que el replicante descubre el inmenso valor de la vida enfrentando a lo que en su caso pasa de ser una desconexión a una muerte en en todos los sentidos. El alegato me resuena en la cabeza en muchas ocasiones, llámenme freaiky. Esa primera frase de “yo he visto cosa que vosotros jamás creeríais” me ha acompañado en diversas ocasiones desde que los ciudadanos de Lleida decidieron depositar su confianza en Ciudadanos y otorgarnos cuatro concejales en el grupo municipal de Paeria. La penúltima, porque seguro que habrá más, vez que me bailaba en la cabeza fue la semana pasada en una de las comisiones del ayuntamiento en la que participé representando a mi grupo. En ella, un concejal de otro grupo admitió desafiante que había mentido en el seno de dicha comisión. A la estupefacción del momento se ha añadido la incredulidad de constatar que en el momento de escribir este artículo no se ha producido ninguna dimisión ni exigencia de renuncia de dicha persona del cargo que ostenta.
La responsabilidad que se asume al tomar posesión de un cargo público es, y debe ser, enorme. Por un lado está la asunción del electorado de que vas a ser capaz de estar a la altura de llevar a cabo un trabajo para el cual, muchas veces, es difícil decir si se está cualificado o no. Ello debe llevarte a intentar formarte al máximo posible en los diversos aspectos que conlleva el día a día del trabajo municipal, a ser tremendamente exigente con uno mismo en el conocimiento de los asuntos que se debaten y, por supuesto, a intentar rodearte del mejor equipo de apoyo que se pueda obtener. En el caso de Ciudadanos, todos los cargos de confianza, los eventuales de los que dota la administración para dar soporte al trabajo tanto municipal como de Diputación, han sido escogidos en función única y exclusivamente de su currículum y valía, no por conocimientos previos ni por afiliaciones políticas. Y el resultado está siendo excelente. Ésta es otra de las responsabilidades que se deben asumir. Ser ejemplar en las actuaciones internas, más cuando la exigencia del electorado y de las proclamas electorales van en esa dirección.
Pero es que además, la ejemplaridad se debe demostrar en el enfoque que uno decide dar a su lucha política tanto interna como externamente en la corporación.
Es imposible no pagar la novatada cuando jamás has sido cargo público ni has estado relacionado con los procedimientos de la administración de una forma u otra. La cuestión es que esa bisoñez se puede encarar desde la responsabilidad, el sentido común y la prudencia. Por nuestras manos pasan asuntos que requieren diversos grados de confidencialidad. La exigencia ciudadana de una mayor transparencia en la administración pública debe compatibilizarse con procedimientos internos de protección de datos, respeto a los procesos judicializados y grandes dosis de sentido común.
Ese sentido común, esa prudencia y sobre todo, ese principio de responsabilidad que debemos llevar los concejales como una mochila de forma constante ha sido flagrantemente soslayado desde el primer día de la puesta en marcha de esta corporación por parte de un grupo municipal y en concreto por uno de sus concejales, llegando a su máxima expresión con lo vivido en la citada comisión y que provocó en mi mente qué volvieran a retumbar las palabras de Roy Batty.
Pues bien, desde Ciudadanos nos negamos a escuchar el lamento del replicante: “Todos estos momentos se perderán como lágrimas en la lluvia…” No. Lo sucedido no puede olvidarse y debe tener consecuencias. No se puede reconocer ser un mentiroso y seguir ostentando el cargo de máxima confianza ciudadana. La descalificación para el ejercicio de responsabilidad pública es inmediata. Y solo puede resolverse mediante una fórmula. La renuncia al cargo de concejal del mentiroso.
Ángeles Ribes, portavoz del Grupo Municipal de C’s Lleida
Artículo publicado en La Mañana (15.2.16)